Somos responsables de cuidar el bienestar

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Somos responsables de cuidar nuestro bienestar bio-psico-social por nosotros mismos y por cómo ello impacta en los demás.

En el artículo anterior mencionamos las características de la personalidad de tipo A y personalidad de tipo B, factores de riesgo de eventos cardiovasculares.

Hoy nos referiremos a algunas características de personalidad que constituyen factores de protección de la salud de la persona y de quienes le rodean.

Como hemos visto el área anímica, nuestros pensamientos y emociones tienen correlatos biológicos dados las relaciones del sistema nervioso y el resto de los sistemas del organismo.

La llamada Psicología Positiva ha puesto el énfasis en que además de modificar los factores de estrés, es importante promover factores de salud que amortiguan los efectos de los estímulos estresantes, pues las sustancias que se liberan en estados de bienestar inhiben los efectos de las hormonas del estrés.

Hay que promover pensamientos positivos y modificar pensamientos catastróficos, o que “filtran” sólo lo negativo y no quedarse atrapado en situaciones vividas como “sin salida”.

 Es importante desarrollar la flexibilidad que permita discernir nuevas alternativas, apelando a recursos propios o pidiendo ayuda y expresando lo que se siente.

Desarrollar la capacidad de adaptarse a los cambios lo cual no es lo mismo que el sobreadaptarse. La “sobreadaptación” sería adaptarse en demasía a los deseos de los demás olvidando las propias necesidades.

Recordemos que debemos incluirnos entre las personas a ser atendidas y cuidadas, “amar al prójimo como a sí mismo”. Muchas veces es necesario poner límites, saber decir que no, proponer otras alternativas si no deseamos hacer algo, lo cual no implica dejar de ser solidario.

Ante situaciones que no podemos cambiar, no agregar nuevos factores de malestar mientras buscamos herramientas para que nos afecten lo menos posible. Por ejemplo, si tenemos un problema laboral lo analizamos y buscamos alternativas para su solución pero debemos procurar que ello no nos lleve a agregar otros problemas por la desatención a las cosas positivas que tenemos para disfrutar, nuestra familia, amigos, entorno saludable.

Debemos cuidar el tener armonía en nuestro cuerpo y en nuestra mente y así irradiarla a quienes nos rodean y con quienes convivimos día a día. Somos más conscientes de cosas tangibles como el humo de un cigarrillo y olvidamos que también nuestros estados psicoemocionales, aún sin palabras (lenguaje no verbal) comunican e impactan en los demás, generando malestar o bienestar en nuestro entorno, produciendo activaciones neurohormonales cuyo impacto biológico, psicológico y social, en la propia persona y en quienes le rodean, dependerá de la frecuencia o cronicidad de estas situaciones.

¿Aunque no hablemos, igualmente podemos afectar a los demás?

Nuestros estados psicoemocionales se reflejan en gestos, palabras, posturas, y   repercuten en los demás. Somos responsables del clima insalubre o saludable que generamos en nuestro hogar y en nuestro entorno.

¿Cómo hacer ante situaciones que nos están afectando negativamente?   Identificarlas, Discernir alternativas para su resolución o pedir ayuda para ello y mientras se implementan estrategias para su resolución, no descuidar otras áreas gratificantes compensando el desgaste y esfuerzo que requiere lo aun no resuelto.

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